lunes, 18 de julio de 2011

Gigoló

Me senté a su derecha, del lado de la ventana. Su perfume me contó un par de secretos y arranqué el laburo. Le hice ver sus propios ojos, y le enseñe a manejarlos. Automáticamente cambió la expresión de su cara y su humor estalló. Entre sonrisas y comentarios un poco gratuitos, se dio cuenta que me iba a necesitar.
Y que iba a tener que hacer una inversión.

domingo, 10 de julio de 2011

¡Cumpleaños feliz!

Otra vez vi arrancar el Regatta 85. Tenía la boca pegada contra la ventana y el humo
del escape tosía mi bronca mientras se alejaba por la plaza. Otra vez me tocaba cuidar
a Martín. Estaban todos los borregos que cacheteo en los recreos del cole. Pensar que
mis amigos estaban en el club, jugando un 25, me mataba.

Anduve un rato recorriendo la casa: baños, lavadero, cuarto de servicio (había olor
a yegua), pasillo, cocina, balcón. Todos los ambientes del departamento estaban
abiertos para un hermano mayor.

Volví al living. Jugaban al “huevo podrido”.

- Vení, Leo, unite al grupo.- Me tiró la animadora de la fiesta.
- Sí, sí, ya voy… pillo y voy. – Le dije, sin mirarla a la cara y haciendo gesto como
que me agarraba el pito con las dos manos.


Entré en otro pasillo, más largo. Era el de las habitaciones. Abrí una puerta. Había una
abuela escuchando tele a todo lo que daba. Ni me vio. Cerré. De repente, en el otro
extremo, se abre otra puerta. Una luz pálida recorta el pasillo encandilándome. Me
refriego los ojos con las manos y vuelvo a mirar. Se ve un mechón de pelo rubio. Miro
con más ganas. Aparece la cara de una pendeja. Mínimo, tenía mi edad.

- Hola… ¿quién sos? – Me pregunta.
- Leo. – Le contesté.
- ¿Viniste al cumple de mi hermano? –
- ¡No!… Va... vine a acompañar a mi hermanito. ¿Vos quién sos? – La apuré.
- Carolina… – Tiró, muy seria.


Tenía ojos azules y mirada segura. Abrió la puerta y me invitó a pasar. Di un paso
en falso, entre sorprendido y asustado, y me mandé. Pasé, cerró la puerta con una
traba. El cuarto estaba decorado con pósters de rock (reconocí uno de Los Guns y
otro de Nirvana) y tenía un escritorio grande con fotos, libros y cartelitos pegados
con distintos mensajes: “caro y maxi”, “egresados 92”, “caro te queremos”. La mire
examinando, alrededor de sus cosas estaba segura. Resguardada.

- ¿Así que nuestros hermanos son amigo?. – Preguntó, de espaldas, mientras
ponía un cd en su equipo nuevo.
- Sí. –


Se dio vuelta bruscamente.
- Entonces nosotros también somos amigos… ¿no, Leo?. –

Tragando saliva, o atragantándome, le dije que sí con la cabeza.

- Bueno… esté es mi mundo, ¿te gusta?.- Me preguntó orgullosa.
- Sí, sí, lo tenés re tuneado. – Respondí.
- Lo armo para mí, acá no entran mis papás. Es mi lugar y lo saben… ¿Te gustan
los Stone? -


Había puesto un disco de los rollings, sonaba Brown Sugar. El piyama de nena le
quedaba cortito. Se le veían las piernas enteras. Nunca había visto unas piernas así.

- Sí. – Le dije. – También escucho Los Ratones. –


Me miró fijo a los ojos y se rió despacito, provocadora. La miré y me acordé de
la animadora, el “huevo podrido”, el Regatta resfriado, todos los borregos del
cumpleaños. Con disimulo me pellizqué y me dolió.

Caro saltó a la cama. Hizo un movimiento dentro de las sábanas que no entendí hasta
que sacó el piyama y me lo tiró a la cara. Después, me llamó con la mano para que me
metiera con ella.